A manera de prefacio…
Debo aclarar antes que nada que yo no soy periodista, ni de oficio ni de profesión. Me declaro más bien una ansiosa del saber, una apasionada del fenómeno social( cualquiera que éste sea) y una obsesionada con la información. Y nada más.
Conozco la dinámica de los científicos sociales –me asumo como miembro- , pero sigo siendo una extraña en los terruños periodísticos. Por eso al final de cuentas soy la pariente lejana que espera ser aceptada en algún momento por los “primos” periodistas.
He notado que a esta familia lejana (mis compañeros periodistas) le tiene en gran preocupación el que “cualquier hijo de vecino” quiera hacer periodismo, el que las nuevas tecnologías amenacen la pervivencia de los medios tradicionales-especialmente el periódico- y percibo cierta suspicacia a nuevas formas de comunicación y acceso a la información, llámese periódicos en línea, blogs, radios comunitarias, foros ciudadanos o redes sociales.
Empero también noto un profundo agobio en torno a formas tradicionales de hacer periodismo, los periódicos institucionalizados, las televisoras, los grandes grupos editoriales… en fin.
Comparto dicho agobio, me es fácil entenderlo, hablar de oligopolios, de conflictos de interés, del mercado, de grupos dominantes, me siento más en mis terruños.
Sin embargo- y es cuando más perdida me siento no alcanzó a comprender las salidas o las propuestas de éstos mis estimados primos lejanos; pareciera que no creen en las nuevas formas de ejercer el periodismo (¿cómo un “bloguero” se atreve siquiera a considerarse periodista?), pero tampoco creen en las formas tradicionales de los medios de comunicación, por la cadena de intereses en las que nadan permanentemente.
Después de esta breve confesión, doy paso a un ejercicio de reflexión. ( sin pretensiones de esta, quien suscribe “no-periodista).
Si la información es un bien público ¿su fin último es…?
De acuerdo a Bil Kovach y Tom Rosentiel, “el periodismo de investigación nace con el imperativo social de hacer del conocimiento del ciudadano muchas actividades de la élite gobernante que le afectan, investigar los rincones más obscuros de la sociedad”.
Paul Starr, señala “más que ningún otro medio, los periódicos han sido nuestros ojos frente al Estado, el control sobre abusos de poder, el sistema cívico de alarma.” Silva-Herzog define “es antes que nada un servicio público; fundar y cuidar la confianza pública, encontrar criterios de qué es lo relevante e ir más allá de la inmediatez mercantil. Sin embargo, me permito retomar dos elementos centrales, para la elaboración de este trabajo. Ramonet, al criticar profusamente la inmediatez con la que vivimos en la postmodernidad arremete en la forma en que la información se ha convertido en mercancía, el autor desarrolla: “la verdad no necesariamente es rentable y en ese sentido el periodismo deja de tener un sentido cívico, ya no le interesa –como antaño- crear ciudadanías si no mantener audiencias.” El segundo elemento que me generó inquietud es la afirmación de Kovach y Rosentiel “El periodismo no debe confundirse con el activismo, sino siempre deberá partir de que sólo así la mayoría gobernada podrá vigilar a los escasos poderosos y evitar así tiranías.”
En este breve repaso de definiciones encontramos elementos comunes, el periodismo obedece la necesidad de informar a los gobernados el quehacer de los gobernantes, ha de sembrar la semilla de la reflexión y generar el debate. Haciendo esto, la política se ha de transparentar y se acotarán los abusos del poder. El periodismo tiene pues, una altísima obligación moral al convertirse en la voz y ojos de la sociedad y jugársela como abogados de las grandes preocupaciones sociales.
Todos los autores coinciden en la importancia de la objetividad y de hacerse de pruebas documentales que sustenten la información (que ya hemos acordado es un bien público) para no caer en polémicas irrelevantes.
¿Cómo ser objetivo, como no ser activista, y a la vez ser ojos y voz de los intereses sociales? ¿Cómo ser la lupa del ejercicio del poder y seguir siendo objetivo? ¿cómo ser testigo de un atropello –mantenerse objetivo e informar- pero a la vez denunciar? Se quedan en el tintero estas preguntas, tal vez más filosóficas que periodísticas.
Hasta aquí una ecuación lineal. (Sin respuesta, pero lineal).
De oligopolios, el mercado y otros demonios.
A lo anterior habrá que sumársele “nuevas” variables. Innegablemente el orden actual privilegia al mercado como el gran dictador. Los medios de comunicación están absolutamente inmersos en esta dinámica. Los medios de comunicación representan los intereses transnacionales de las élites. Grandes medios equivalen a grandes negocios y por ende a grandes ganancias”. En este contexto surgen los grandes conglomerados en la industria de las comunicaciones, grandes gigantes con enorme poder político y económico que según sugieren Boyle, Et. al , constituyen un oligopolio que parece más un cartel preocupado por obtener consumidores y no permitir la entrada de otros probables competidores. (John Boyle, Upjeet Chandan, Margot B. Hardenbergh, Mark Hedley and Cecilia Río. Globalization, Media and the Teacher-Activist´s Response. Critical Sociology).
Para prueba un botón: Rupert Murdoch Director y principal accionista de News Corporation firma que engloba entre otros: los periódicos de The Sun, The Times, la cadena Fox, la editorial Dow Jones and Company, editores del Wall Street Journal, British Sky Broadasting, declaró: “News Corporations está determinada a convertirse totalmente global. Podemos y seremos absolutamente internacionales. Nos estableceremos fuera del mundo angloparlante en países donde el lenguaje y la cultura son ajenos a nosotros. Tenemos ventaja en este asunto.”
La globalización plantea en última instancia que el tiempo y el espacio se comprimen. El Mercado se alza como el gran Totem dictador, que todo toca y todo domina. Los medios de comunicación se erigen, en este contexto sin fronteras de espacio, nacionales, y donde el discurso antimonopolio es ley muerta, como grandes firmas que determinan que la información es una mercancía y el valor de la noticia se traduce únicamente en la cantidad de personas que se interesan o llegarán a interesarse en ella.
De tal suerte, los medios ya no enfrentan únicamente la antigua amenaza de la censura política proveniente del gobierno en turno (sea en el caso mexicano o cualquier otro), si no de los mismos dueños de los conglomerados y sus propios intereses. En este contexto, donde las intereses corporativos amenazan la tarea fundamental de periodismo ¿dónde queda el importante deber social de éstos? ¿El bien público pasa a segundo término y el bien de los CEO´s se vuelve prioritario? Sólo ideas al aire.
¿Y el periodismo ciudadano ..?
En este contexto “nace” el periodismo ciudadano. Nace entre comillado, porque en realidad retoma muchas de las premisas que se planteaba el periodismo desde su origen. En este proceso “el ciudadano” se convierte en pieza esencial de la publicidad de la información, su enfoque, su relevancia y difusión. Y en este ejercicio el proceso democratizador avanza.
Frente al modelo típico donde las grandes entidades: el Estado, el Mercado, los Media, hacen y rehacen el orden social, el ciudadano se antoja como un ser pasivo, un espectador más, al que la vida es algo que le pasa. Minúsculo y aterrado – en el mejor de los casos- consume la información que se le proporciona-lo que Chomsky y Herman consideran “la ilusión de debate” que acalla las voces más radicales.
El periodismo ciudadano (citizen media) “ privilegia un periodismo más cercano a las nociones de responsabilidad social, reemplaza la idea de “objetividad” por una abierta y franca abogacía (¿activismo?), enfatiza a la persona y el testimonio presencial de quienes participan de un hecho, y cuestionan de frente el orden jerárquico de las organizaciones “típicamente” informativas”. (Chris Atton. What is “Alternative” Journalism? ).
En este contexto podemos considerer al “periodismo alternativo” como un proceso de “empoderamiento cultural” donde la producción del contenido no es el propósito primario, si no más bien que la información relevante llegue a manos de la ciudadanía en asuntos que verdaderamente le competan.
Si el periodismo ciudadano pertenece a la ciudadanía (sin ser redundante) de una manera en que el periodismo “mainstream” no lo hace, tiene que ver con su base social la conexión primaria que éste supone entre el periodista y su audiencia.( Chirs Atton. Why alternative journalism matters?).
Consciente estoy, que al hablar de las bondades del periodismo ciudadano, me erijo en abogada del diablo. Casi podría escuchar todos los contrargumentos posibles, el más importante: Un ciudadano no es un periodista luego entonces No puede ejercer el periodismo. No por escribir un blog, hablar en una radio comunitaria o mandar una carta editorial te puedes jactar de ser periodista.
Se de esos argumentos, pero al menos en teoría las razones de ser del periodismo ciudadano, creo, tienen más que ver con los preceptos originales, su misión ética y su propósito social.
Entiendo también de los grandes peligros que estos ejercicios “alternativos” plantean: ¿cómo publicar o decir cosas sin control editorial? ¿ sin una remuneración directa o un control jerárquico –como los medios tradicionales institucionales- como fincar responsabilidades? ¿si cualquiera es periodista, cualquiera puede difundir lo que en su opinión considera verdad sin mayores contrapesos? Lo mismo: no tengo las respuestas, éstas no son más que cavilaciones de una No-Periodista.
Periodismo, Información y Ciudadanía
A pesar de que ciertos autores desde la Ciencia Política ( Popkin (1991); Page y Shapiro (1992); Sniderman et al (1991); Zaller (1992). Entre otros.) han insistido en que los ciudadanos no requieren demasiada información ni conocimiento para poder actuar en el contexto político y que únicamente a partir de bloques cognitivos éstos pueden tener claras opiniones con respecto a los asuntos públicos, cabe destacar que estos argumentos parten de una noción limitada sobre lo que es ser ciudadano.
El contar con información relevante sobre los temas que verdaderamente interesan y afectan a la ciudadanía es el aceite que lubrica la maquinaria de la democracia, de hecho la sanidad de ésta dependerá en última instancia de la calidad de la información que el público recibe sobre la política y los asuntos públicos, partiendo de lo qué es relevante y colocándolo en el centro del debate.
David Buckingham (Justin Lewis, News and the empowerment of citizens) argumenta que la ciudadanía abarca múltiples esferas donde votar es sólo una de sus expresiones. Hemos de considerar que la noción de ciudadanía activa depende del acceso a la información relevante, pero hay múltiples formas de ser ciudadano, y en consecuencia múltiples formas de hacerse de dicha información. Ésta y no otra es la idea de pluralidad como uno de los elementos fundamentales de la democracia. Ante ello, no puede existir una única forma de informarse o de ejercer el periodismo ya que no es sólo “ en línea” como se construye y ejerce la ciudadanía, ni tampoco sólo a través de la prensa escrita y los medios tradicionales de información.
Empero, partamos del hecho de que los niveles de conocimiento y cultura política en el ciudadano promedio son distribuidos inequitativamente, concentrándose por lo regular en los grupos sociales más privilegiados. De hecho, diferentes estudios demuestran una fuerte correlación entre conocimiento, inclusión social y poder.
En este contexto es innegable que la fuente primaria de acceso a información de “interés público” es la televisión, pero esto puede darse no sólo por medio de los ya clásicos noticieros, pues en otras manifestaciones de la cultura televisiva la esfera pública se construye y se destruye frecuentemente ¿pero es ésto suficiente? No sólo de forma idealista si no en térmnos de eficiencia, los medios (especialmente los mainstream) proporcionan información verdaderamente relevante para que los gobernados ejerzan una ciudadanía activa y comprometida ?
Constantemente se asume que es debido a los medios de comunicación, la poca cultura política y el bajo ejercicio ciudadano en nuestro país, sin meditar que los medios de comunicación están insertos en un sistema político y en un orden mundial determinados. A este respecto cabría pensar si la célebre frase de : “al público lo que pida…” no tiene un trasfondo mayor. ¿Realmente es lo que el público quiere o lo que el poder quiere que el público consuma? ( y digo “poder” en un sentido muy amplio; económico, político y financiero o cultural)-.
Los medios de comunicación actúan en una lógica de mercado donde –sin embargo- son los anunciantes y no las audiencias quienes actúan como la demanda.
Si los ciudadanos van a tomar el rol que verdaderamente debieran ejercer en la vida democrática, en la práctica los medios de comunicación deberían asumir un rol estratégico proveyendo información relevante y focalizada con tal fin. Bajo esta óptica el periodismo estaría llamado a retomar su objetivo primario de servicio público en cualquier democracia.
A manera de Conclusión
El periodismo enfrente una crisis. Como la enfrenta el mercado, como la enfrenta todo un mundo convulsionado por la globalización y las nuevas tecnologías. Nuevos modelos están siendo planteados en básicamente todas las esferas humanas. La ciencia, el arte, la economía, la política, la familia, todos los viejos esquemas están siento cuestionados y nuevas propuestas emergen constantemente. Estamos intentando averiguar como ser- ser humano- en este nuevo siglo. Evidentemente el periodismo no tendría porque ser la excepción de dicha convulsión.
La vida es más rápida y sin embargo cada vez tenemos menos tiempo. Somos más y nos conocemos menos. Hoy por hoy conviven generaciones que han visto cambios que nunca soñaron, generaciones que tienen idiomas, códigos y paradigmas dramáticamente diferentes.
Julieta García González dice con ironía: “las nuevas generaciones han crecido bajo el ojo público, con MySpace y Facebook como niñeras de tiempo completo... parecen más aptas para aprender a moverse en los universos paralelos de la red. Pueden estar en conversaciones simultáneas (si bien breves y posiblemente caóticas) y navegar en distintas páginas a la vez para encontrar lo que están buscando. Sólo necesitan concentrarse unos segundos, no dedicar demasiada atención a nada en específico.” (“El Gobernador, las chicas salvajes y el futuro de la pornografía” en Letras libres.)
Si, es complicado este mundo. Ha de ser complicado ser de las nuevas generaciones a quienes les ha de costar esfuerzo imaginar un mundo sin Facebook ni Twitter. Pero volteo a ver a mis padres de sesenta años y les es tan bien tremendamente difícil adentrarse en el mundo del Messenger y “navegan en la red” con una mezcla de asombro y miedo. El reto de las comunicaciones y el mundo digital ha llegado para quedarse.
Si sólo los periodistas están destinados a ejercer de manera exclusiva el periodismo -en lo particular- se me hace una discusión un tanto ociosa, pero los medios tradicionales enfrentan una crisis de credibilidad muy severa debido principalmente a que sus directivos se acercan más a un empresario que a un guardián del bien común. Claro, no creo ( y hago votos) que, por ejemplo, los periódicos, no desaparecerán, Silva Herzog lo pone así: “ no desaparecerá: no silenciará a nadie pero aportará lo suyo. Tal vez no será tan eficaz como antaño pero seguirá siendo necesario.”
En este sentido los periodistas ciudadanos, seguirán también aportando lo suyo y coexistirán.
¿Por qué condenar a los blogueros o a otras formas de periodismo alternativo? Partamos de que la realidad no existe, o mejor aún: hay muchas realidades, por lo cual en términos kantianos no podemos conocer “la Realidad”.
¿Por qué condenar a los blogueros o a otras formas de periodismo alternativo? Partamos de que la realidad no existe, o mejor aún: hay muchas realidades, por lo cual en términos kantianos no podemos conocer “la Realidad”.
La convivencia entre medios periodísticos tradicionales y los alternativos no debe ser tomada con recelo o condena, son distintas ventanas de una y muchas realidades, y eso ahora como nunca debe ser una posibilidad para generar ciudadanos más informados.
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