Envuelta en su discreta redondez;
Observa.
No es fastuosa como la guayaba
Que pinta los muros con su olor tropical.
Es cotidiana, es precavida,
No como el plátano siempre inmoral.
Es callada tentación impasible
Pero nunca vulgar.
Así es la manzana
Plácida y asequible, aguarda sencilla
Sin parlotear.
Por eso la pera presuntuosa
La llega a desairar
Murmura entre dientes
-que si la conoce…,
Pero amigas jamás-.
La papaya, ama del lugar,
Con su gran tamaño
Ejerce autoridad.
La mira de reojo-piensa-
Pecado y perversidad.
Esa reina corpulenta
pero su corazón muy cristiano,
la obliga a rehusar.
El niño marcha a la escuela
Ya es tarde y tiene que correr
Asoma sus negros ojos al frutero
Y con sólo un guiño de ojos
-se logran entender-.
Una ola de sorpresa,
Todo es pura confusión
Y un silencio muy viscoso
Atiborra el lugar.
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